27 de agosto de 2010

Artículo: Japón: una lección de conexión

Desde El Universal de Venezuela publican este interesante artículo:

Japón: una lección de conexión
Un poco más de 20 horas volando (con dos conexiones), 13 horas y media de diferencia horaria, océanos y continentes que separan, otro idioma, otros signos, significados y significantes, otra cultura, otra mirada; pero finalmente allí estaba, sin imaginar el impacto de lo que vendría.

La vigésimo tercera Academia de Liderazgo de Japón de la JCI (Junior Chamber International), fue la perfecta apertura para una nueva etapa en la que la visión del ser humano como sujeto comunicativo, del quehacer en sociedad y, en definitiva, de la vida en estas tierras nuestras, se ampliaría exponencialmente. Y no podía comenzar de otra manera; sino desde el corazón de aquella comunidad, en el ceno de una familia japonesa.

Las paredes de madera clara color pino; los grandes y cuidados jardines; los árboles que detalladamente podados y remozados invitan, cual nube de la infancia, a soñar formas, figuras y personajes que viven en la libertad de lo esencialmente verde; cada mirada tímida y respetuosa; decían que era cierto, que estaba en otro mundo. En un territorio en el que no compartíamos idioma alguno, pues ni yo hablaba japonés, ni ninguno de los miembros del grupo familiar hablaba inglés o español. Pero, eso sí, un nuevo mundo en el que era esperado y bienvenido.

Esa primera noche, esa escena en torno a aquella pequeña mesa retrata una gran lección. Sentados en el suelo, en el Tatami, bañados en el fresco aroma de algas, arroz, atún, salmón, cangrejo y te verde, me acompañaban casi una decena de niños y adultos que no tenía como identificar, pero que se conectaban conmigo con cada gesto, con cada mirada, con cada expresión que les emocionaba; sin darse cuenta quizá de que era yo quien, aún desde el suelo, se sentía elevado por un sentimiento de gratitud infinita ante lo insospechado del aprendizaje.

Es que no teníamos un idioma común, pero sí un mismo lenguaje, el lenguaje que se construye por encima de las formas, cuando hay valores y principios compartidos.

Señas, señales, gestos, imágenes, sonrisas y miradas fueron nuestro código común. Gracias a ello disfrutamos de la exquisita comida, nos conectamos y desconectamos en un templo Shintoísta, jugamos, refrescamos nuestros pies en una concurrida playa del verano japonés, recorrimos calles y kilómetros de una de las islas, y hasta tuvimos nutritivas y memorables conversaciones que, de una sutil bofetada, destruían las barreras comunicacionales previsibles. Conversaciones a otro nivel del que hasta la fecha podía imaginar, en las que esos códigos mencionados eran bastante más que suficiente.

He allí el impacto de la conexión; no requiere, ni siquiera, un idioma común, no es un asunto de identidad, ni mucho menos de costumbres… Viene de mucho más adentro, y se construye cuando decides maravillarte al compartir lo que "eres" con aquel que también "es", sólo que de manera legítimamente diferente.
Sacado del link: http://deportes.eluniversal.com/2010/08/26/opi_art_japon:-una-leccion-d_26A4380531.shtml

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