Las letras que vienen de Oriente interesan cada vez más y son raras las editoriales que no incluyen algún autor japonés en su catálogo
Desde las primeras expresiones escritas en japonés hasta el punto y final de 'After dark', la última novela de Haruki Murakami, han pasado trece siglos en los que se ha ido forjando una de las literaturas más ricas del panorama universal. Hoy las letras que vienen de Oriente despiertan el interés de críticos y lectores y son raras las editoriales que no incluyen algún título oriundo de Japón entre sus novedades anuales. Quizás ese interés por el país del sol naciente sea un exotismo no más informado ni más lúcido que el de los espectadores de 'Lost in Translation', las 'Memorias de una geisha' o 'Seda', pero en todo caso, se trata de un exotismo más allá del sushi, el manga y el anime.
Mercè Altimir, profesora de traducción de japonés en la Universidad Autónoma de Barcelona, es una de las sorprendidas por la fascinación que despierta una literatura a la que, si hubiese que encontrarle un denominador común, sería el lugar que ocupan «la emotividad y la intimidad» en sus escritos. La especialista también achaca la proliferación de publicaciones a que hoy hay más traductores, así como al gran volumen de literatura que produce un país como Japón.
127 millones de ciudadanos repartidos en cuatro grandes islas cuyo único lema en la vida parece resumirse en una idea: productividad. Sin materias primas, con una densidad de población de las más altas, con un pasado histórico de hambre, perdedor en la Segunda Guerra Mundial... Sorprende su estructura social y laboral. El trabajo allí equivale a llegar a la empresa antes del horario oficial y salir más tarde para ser bien visto, y en contentarse con 14 días de vacaciones anuales. Está también la superespecialización de su sistema educativo, la condición femenina, su conservadurismo...
Pero sea cual sea el motivo, la presencia de estos volúmenes en las estanterías de novedades abarca tanto a 'best-sellers' contemporáneos como a autores clásicos nipones.
Cierta marca funeraria
Sin ir más lejos, 'La historia de Genji', escrito por una mujer, Murasaki Shikibu (973-1025), en el siglo X, considerado clave en la literatura japonesa y precursor de la novela, ha sido recuperada en los últimos años por dos editoriales diferentes (Destino y Atalanta). Casas como Siruela, Emecé, Alianza o una pequeña como Impedimenta se han propuesto sacar a la luz a los grandes novelistas del siglo XX que ha dado este país. Marguerite Yourcenar dijo de 'La historia de Genji' que «nada en ninguna literatura se ha escrito mejor». La autora rindió asimismo su particular homenaje al autor de 'Confesiones de una máscara', Yukio Mishima, con el volumen 'Mishima o la visión del vacío'. Borges u Octavio Paz, entre otros escritores, también han alabado la literatura japonesa. «Estamos ante un mundo autosuficiente y cerrado sobre sí mismo».
Novelas extensas, cargadas de personajes y en las que rezuma una visión un tanto pesimista de la vida. La literatura japonesa lleva cierta marca funeraria, al punto de generar la sensación de que en todo relato siempre muere alguien... joven, sobre todo. Y esto no es un detalle folclórico ni de contexto, sino que suele influir en la trama y hasta la puede determinar. No es casual, además, puesto que la muerte en todas sus formas ha atravesado la vida japonesa: guerras internas y externas, culto del harakiri, gas sarín y suicidio joven. Muchas veces los protagonistas mueren y deciden morirse de diversas formas. Incluso sus almas acaban convirtiéndose en personajes con entidad propia en la novela. «Describen personajes muy jóvenes, muy románticos y escenas de sexo -del que se habla sin tapujos ni rodeos- muy explícitas... Lo que entra en conexión con el manga o el anime», resume Altimir. «La muerte entre los japoneses no es tabú, ni el suicidio. Aquí lo tenemos asociado al concepto de culpa y de pecado. En cambio, allí es una salida más para una situación desesperada», añade Albert Nollá, que ha traducido al castellano a Haruki Murakami. Los relatos por momentos son nebulosos. Los recuerdos se turnan con el realismo para tejer una trama en una zona donde la porosidad de la frontera entre la vida real y la imaginada se agudiza y el relato, agitado, al fin fluye. Esas imágenes poco claras suelen armar historias fascinantes que seducen en un primer acercamiento desde la rareza. Lo dicho: Japón todavía es un país exótico a los ojos occidentales y esa característica es la puerta de entrada para adentrarse en una cultura tan compleja como atractiva.
Así son, a grandísimos trazos, las letras a importar, sin olvidar la vertiente poética, especialmente fecunda en la literatura japonesa. Por otra parte, el estilo suele ser muy descriptivo, enigmático y llamativo desde la perspectiva occidental. Hay gritos, susurros, voces que piden ser escuchadas en una sociedad que parece no tener oídos. Es una literatura que indaga en lo profundo de las subjetividades que suelen ser complejas.
En los últimos diez años, una parte significativa de la narrativa japonesa se ha traducido al castellano, y no sólo en España. Aquí también se han hecho traducciones locales que se han exportado a Latinoamérica y que han logrado acercar muy bien las intenciones de autores contemporáneos y clásicos del Japón. Antes sólo era posible acceder a unos pocos libros del Premio Nobel de Literatura de 1968 Yasunari Kawabata, de Yukio Mishima (famoso porque se suicidó en acto público por medio del harakiri) y de otro Nobel, Kenzaburo Oe (1994). Y la escasez de traducciones limitaba a los lectores a un catálogo recortado de autores y obras que en su mayoría eran traducidas del inglés.
Recobrados algunos novelistas, en especial Kawabata, el más querido en su país, cuya obra fue traducida en España por la editorial Emecé desde el inglés, otra parte desde la lengua madre y supervisado por lectores japoneses, Tusquets trajo la muy exitosa y atractiva literatura de Banana Yoshimoto y Haruki Murakami, este último ya convertido en un escritor de culto en todo el mundo y a quien se le encuentran parientes tan diversos como J. D. Salinger, Don DeLillo, Raymond Carver y Franz Kafka. Ambos fueron traducidos del japonés. Sus textos tienen algo de humorístico y surreal y reflejan la soledad y el amor, su persistencia o su ausencia. Son autores digeribles para quienes buscan acceder al Japón profundo.
En todo caso, el de Haruki Murakami, que es quien mejor se maneja en los abismos adolescentes de la era posbeatle y que vende nuevos apagones existenciales de japoneses adictos al pachinko y a la soledad, es un caso de ventas llamativo que a su vez provoca el efecto de búsqueda de otros. Eso, sin tener en cuenta los libros de haiku, filosofía y cocina que proliferan en las librerías.
Sacado del link: http://www.nortecastilla.es/20090202/cultura/alla-sushi-20090202.html
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