27 de febrero de 2011

Entrevista: «Las tribus urbanas son vertederos de lo que no quiere nadie»

Desde Diario Sur de España publican esta interesante entrevista:

El último Premio Lengua de Trapo de Novela apuesta por la promesa de una voz joven como la Jimina Sabadú (Madrid, 1981), que proviene de los ambientes más o menos frikis de la cultura underground. La autora de 'Celacanto' es tan poco convencional como su nombre, y llega a la entrevista, en una cafetería del corazón de Malasaña, en Madrid, con un retraso del que se disculpa y un vistoso traje blanco, de amplios vuelos, rematado en el cuello con un camafeo de Alicia en el País de las Maravillas. La negrura de su época gótica queda lejos ya («Si ya era depresiva, vestir siempre de negro me deprimía aún más») y asoma en cambio un deseo de congelar por siempre cierta inocencia infantil. Porque 'Celacanto' aborda, con impulso autobiográfico, ese paraíso que no es tan plácido como lo pintan, la infancia, aunque tenga una virtud que la salve: «Hay una libertad que ya no existe».
 
-¿'Celacanto' es su primera novela publicada pero, es la punta del iceberg de muchos otros trabajos?
-He empezado varias novelas, y la única que he terminado es esta, que escribí hace cinco años. Estuvo hasta ahora en un cajón y la cogía, reescribía y reescribía, hasta que me harté y empecé a moverla.
 
-¿Qué hay de sus experiencias en la novela? El pueblo de Salamanca en que desarrolla la acción, el campamento de verano...
-Casi todo está basado en cosas que veo y que, no sé por qué, se instalan en mi memoria. Y lo de Candelario, al ser un pueblo pequeño, directamente te conocen por las obras de tus familiares. Tenía un pariente allí algo peculiar, alcohólico, de ultraderecha, que debía dinero... Me temo que me van a recordar más por mi tío, que por las cosas que he escrito.
 
-La novela ofrece un retrato de la infancia donde pesa más una cierta opresión como de thriller psicológico que la mirada ingenua. ¿No guarda buenos recuerdos de aquella época?
-Me resulta muy violento cuando alguien está metido en una situación muy tóxica y no puede expresar a los demás lo que siente; al no haber ni gritos, ni bofetadas, es como si no pasase nada, no se puede transmitir a los demás lo que te está pasando. Hay gente especialista en unirse, ya sea en familia o amigos, y lograr que la tensión no supere el límite en que alguien dé un puñetazo en la mesa. En mi casa había tensión, que yo vivía a mi manera, con mis muñecos y mis cosas, en un mundo de fantasía bastante elaborado.
 
-¿Son los niños más 'cabroncetes' de lo que pensamos?
-Son iguales que los adultos y como tal hay personas buenas, malas, y otras que se dejan llevar... Pero en general, los niños son como sus padres, y cuando sus padres son unos hijos de puta, pues los niños también lo son. Y como muchos se dejan llevar, y los líderes suelen ser los hijos de puta, pues así va el mundo.
Desencanto
-Se ha dicho de su novela que es una radiografía del desencanto. ¿No hay espacio para una felicidad más o menos continuada?
-Me gustaría pensar que sí, pero lo dudo mucho, como dudo que haya un futuro en que, de pronto, todo sea maravilloso. Al hacerte adulto es cierto que te vas dejando de chorradas, pero también pierdes libertades, ilusión, la gente se vuelve cínica. Es raro escuchar «me he enamorado», sino más bien «he conocido a un tío, vamos a ver qué tal...».
 
-¿Por qué dejó de ser gótica?
-Lo fui, y mucho, pero acabé cansándome. Soy un persona con tendencias depresivas y aquello no era lo más aconsejable para mí. Siempre estaban amenazando con suicidarse, ¡y luego no se suicidaba nadie! Lo que pasó realmente es que maduré, y entonces necesité salir. Las tribus urbanas, como los góticos, son vertederos de lo que no quiere nadie.
 
-Pero no se ha desvinculado de ciertas tendencias 'underground' y sigue colaborando con la revista 'Mondo Brutto'. ¿Cree que, hoy, le queda recorrido al fanzine?
-Personalmente, me ayudó mucho que me admitieran como colaboradora en 'Mondo Brutto'. De no haber sido así, probablemente no habría hecho nada. Te da un nombre y una credibilidad que a mí me vino muy bien. Los fanzines ya no son lo que eran, porque ahora están los blogs, Internet... En su día, se hicieron para que la gente pudiera decir cosas de otra manera. Con Internet, eso ya no tiene sentido hoy día; a lo sumo como fanzine objeto.
 
-Se reconoce adicta a las redes sociales... ¿un poco 'hikikomori', perfil de joven japonés que no tiene vida social, que vive prácticamente encerrado, enganchado a Internet?
-A tanto no llego, aunque sí que es cierto que Internet me ha ayudado a hacer amigos. Hice muchos amigos en el chat de Hispavista, en un canal de góticos y 'otakus' (fanáticos de la cultura japonesa, sobre todo del manga). Es gente con la que no sólo tienes cosas en común, sino que hay una verdadera afinidad humana. No entiendo a esas pandillas de amigos que se reúnen sólo porque se conocen de siempre.
 
El vicio del paseo
 
-Otra afición suya ha sido la de ejercer de 'flâneur' (paseante solitario urbanita). ¿Lo hacía para encontrar temas e inspiración?
-No, lo hacía porque me pareció que el mundo que conocía era muy limitado, y que el único modo de ampliarlo era de esta manera. Luego la cosa derivó en algo más extraño, y empecé a juntarme con gente muy distinta a mí, y quedaba con hinchas del Frente Atlético, con un chico de Ultrasur al que iban a meter en la cárcel por haber pegado a un tío, con un exnazi, con un chapero... Eran personas que te aceptaban, sin más, y con las que te entretenías hablando. Pero tuve que dejarlo porque hubo un momento en que vi que podía correr serio peligro.
 
-Dice que no le gusta hablar de sus influencias, que no es quién para tenerlas... Entonces, ¿qué libros o autores le gustan?
-Leo sobre todo a autores anglosajones de mitad del siglo XX y también novelas infantiles de escritores victorianos. Me gusta mucho A. A. Milne, el creador de Winnie the Pooh, y Andersen, aunque suene a tópico. También Scott Fitzgerald, que me parece muy poético, y Charles Dickens. Pero la novela con la que más he disfrutado es con 'El viento en los sauces', de Kenneth Grahame.
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Después de 'Celacanto', ¿qué trama?
-Estoy escribiendo una segunda novela, que llevo aquí conmigo (saca un cuaderno rojo en cuyas páginas se desliza, elegante, un tipografía en cursiva). Se titula 'Las palmeras' y va sobre una pareja a la que un fantasma, examigo de ellos, les anuncia que se va a acabar el mundo a finales de verano. La gente asume que hay una amenaza real de una invasión de zombis pero, como es en España, al final resulta imposible llegar a un consenso en la investigación y todo se complica.

Fuente: Diario Sur de España: http://www.diariosur.es/v/20110219/cultura/tribus-urbanas-vertederos-quiere-20110219.html

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