19 de febrero de 2011

Artículo de opinión: El nudo del cine colombiano

Desde Semana de Colombia publican este artículo de opinión:

El nudo del cine colombiano

Hace cuatro años el cine colombiano era puro optimismo. De dos películas producidas en 1999 se pasó a 13 en 2007. Entre 2006 y 2008, el 10 por ciento del total de personas que fueron a cine vieron producciones colombianas. Pero el entusiasmo mermó. Hubo una abrumadora disminución de espectadores: de 2.217.753 en 2008 a 1.524.203 en 2010. Los largometrajes nacionales no recaudaron el 10, sino el 4,49 por ciento del total de la taquilla del año pasado. Y muchos comenzaron a preguntarse si al público le habían dejado de interesar las producciones locales, si acaso se estaba haciendo demasiado cine en Colombia.
Apenas empezaba la discusión cuando dos películas nacionales sacudieron los registros de taquilla. La primera, El paseo, escrita por el icónico Dago García, se convirtió, con más de 1.400.000 espectadores, en ni más ni menos que la más vista en la historia del cine nacional. La segunda, El jefe, dirigida por Jaime Escallón, acaba de superar los 300.000 (las colombianas no suelen pasar de los 100.000). El suceso de estas dos producciones castigadas por la crítica, ambas con historias cotidianas que recurren al humor, a los clichés y al morbo para conectar con el público, y producidas sin los dineros providenciales de los estímulos fijados por la Ley del Cine, llevó a la pregunta de si este era el único camino posible.

Frente a este panorama y, en particular, frente al bajonazo en la asistencia, Adelfa Martínez, directora de Cinematografía del Ministerio de Cultura, evita el pesimismo. "Estamos en un proceso de estabilización de una industria que al arrancar generó una expectativa por encima de lo que se había proyectado, tal vez por curiosidad". En la interpretación de las cifras de los dos últimos años, Martínez considera vital poner atención a dos aspectos: el auge del cine en 3D, que ha generado un fuerte aumento en la cantidad total de asistentes a salas (de 27 millones a casi 34 millones entre 2009 y 2010), y lo que ocurre en países vecinos. "En 2009, el cine colombiano fue responsable, con 12 largometrajes, del 4,5 por ciento del total de la taquilla. Chile, Uruguay y Venezuela, con un número similar de producciones locales, solo consiguieron recaudar 3,7;3 y 0,6 por ciento, respectivamente. México, con 54 películas nacionales, reunió el 7,5 por ciento, y Brasil, con 84, el 14,3".

Rodrigo Guerrero, de la productora Dynamo Capital, también interpreta estas cifras a favor. Considera que el cine colombiano vive un proceso de prueba y error. "En cinco años no se consolida ninguna industria, menos una que mezcla aspectos culturales, que son siempre subjetivos, con necesidades y valores de inversión como los del cine". Cuando habla de prueba y error, Guerrero se refiere a los dos caminos que, en materia de contenidos, se han probado hasta ahora. Mientras las primeras películas que llegaron a las salas después de la expedición de la ley -Rosario Tijeras, Paraíso Travel, Perro come perro y Bluff, entre otras- tuvieron buena respuesta entre el público, no corrieron con la misma suerte en los festivales. Entonces, recuerda Jaime Manrique, creador del Festival In Vitro Visual, "se decía que este era un cine con bajo contenido y con poca dimensión internacional". Luego, una serie de jurados, convocados por el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico para entregar los estímulos, optaron por premiar los guiones de largometrajes como El vuelco del cangrejo, Los viajes del viento y La sociedad del semáforo, que, según Manrique, "reflejan visiones más personales de los autores, posiciones radicales que logran conectar con la crítica, pero no con el gran público". En efecto, en los últimos años, estas y otras películas colombianas han obtenido 26 premios en festivales alrededor del mundo. "Se quieren hacer evaluaciones demasiado rápido", concluye.

El éxito de El paseo y El jefe recuerda cómo funciona esta industria. "El cine es como el petróleo: donde se invierte en diez pozos pues se sabe que en ocho no va a haber nada y que con los dos que funcionan va a recuperarse el dinero. De cada diez películas en el cine, ocho van a pérdida, una recupera y una es un superéxito", afirma Guerrero.

Es innegable, además, que hay películas que conectan más fácil con la gente. Es la paradoja de siempre: largometrajes muy bien hechos que satisfacen a la crítica, pero que para el público resultan fríos, y otros más simples que cautivan a la mayoría bajo la mirada desconfiada de una minoría. A todo esto hay que sumarle los factores que explican el éxito de las producciones de Dago García. Su mérito es haber logrado posicionar un producto en un terreno en el que, además, Hollywood manda. Lo de él son las comedias ligeras, con una fecha fija (25 de diciembre), que les ha permitido insertarse en la vida de muchas familias colombianas. Esto lo reconoce el mismo García: "Nosotros hacemos cine de vacaciones, películas que empatan bien con la época del año".

En suma, el cine colombiano todavía está en un periodo de prueba y no hay motivos para creer que deba irse por una sola senda. Al contrario, como en la naturaleza, la diversidad, en este caso de contenidos, es síntoma de buena salud. Es cierto también que es pronto para emitir veredictos y que en lo que lleva vigente la ley ya se han cosechado logros: reconocimiento, mayor producción y una consolidación de la industria de la que es prueba el buen nivel técnico de las películas colombianas (por fin tienen buen sonido y su fotografía ha alcanzado niveles de Hollywood). Falta, eso sí, mejorar la calidad de las historias para que el público deje de ubicar todas las producciones colombianas en el mismo paquete, el del "cine colombiano", como si este fuera un género.

Se debe aceptar que, en todas partes, producciones pensadas para el gran público, sin miradas subjetivas del director, siempre llevarán más gente a las salas. Si los best sellers atraen gente a las librerías y permiten que las editoriales inviertan en nuevos autores, las películas comerciales son indispensables para que los teatros no se conviertan en casas abandonadas.

No obstante, es importante impulsar una educación visual que permita formar un público más crítico. Resulta fundamental apuntarle a la diversidad, a que haya espacio para Dago García, pero también para Rubén Mendoza. El apoyo del Estado, con la formación de públicos y con el apoyo a las películas más personales, sigue siendo vital. El riesgo aquí es que por obra y gracia de las leyes del mercado el cine en Colombia termine convertido en un monocultivo de historias, con fórmulas que van a la fija en la tarea de entretener a un público estándar.
Fuente: Semana de Colombia: http://www.semana.com/noticias-cultura/nudo-del-cine-colombiano/151752.aspx

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