15 de enero de 2011

Noticia: El debate sobre las fiestas taurinas

Desde El Espectador de Colombia publican esta importante noticia:

El debate sobre las fiestas taurinas

Cada temporada, sin embargo, se revive el debate sobre si estas fiestas deberían ser prohibidas. La presente, como era de esperarse, no ha sido la excepción: desde la corrida del 25 de diciembre en la Plaza de Cañaveralejo se comenzaron a escuchar las distintas voces del debate. Hay quienes, como también es ya tradicional escuchar, defienden la capacidad de convocatoria de las corridas y su consiguiente valor en la integración social, además, por supuesto, del impacto económico de las temporadas taurinas y la cantidad de empleos que representan. Está también el argumento sobre la calidad de arte del toreo, bien de la lidia o bien del espectáculo que la acompaña. De otra parte, los antitaurinos, en tono menos festivo, más bien enérgico, recuerdan que la tauromaquia, ese acto que ellos juzgan barbárico, además de representar un innecesario maltrato a los animales, tiene consecuencias nefastas en la forma como se relacionan las personas en sociedad dado el tributo, e incluso el morbo, que se genera sobre claros actos de violencia.
No obstante, al final del día, los argumentos alrededor de los cuales termina girando el debate son sólo dos: por un lado, la importancia de la diversidad cultural y del espacio que ésta y sus prácticas deberían tener en la sociedad; y, por el otro, los derechos de los animales, que adquieren cada vez más fuerza en el discurso internacional. Estos fueron los dos puntos, también, que más consideró la Corte Constitucional el año pasado, cuando, por razón de una demanda, se vio obligada a entrar en la discusión. Finalmente, con un fallo de seis magistrados a favor y tres en contra, la Corte Constitucional declaró la exequibilidad condicionada del artículo 7 del Estatuto de Protección Animal —aprobado por el Congreso en 1989—, que excluye de la prohibición de maltrato a los animales las corridas de toros, el coleo, las corralejas y las peleas de gallos. Es decir, la Corte, en lo que claramente fue una posición intermedia, permitió que se continuara con estas prácticas pero sólo en los lugares donde siempre han sido tradición y de manera exclusiva en los tiempos de tradición. Todo esto, como era de esperarse, prohibiendo la inversión de los recursos públicos.
Muchos juzgaron la determinación de la Corte como una salida fácil, pues finalmente lo que hizo en la práctica fue conservar lo que hay, pero comenzar a limitar su alcance dándoles, de alguna forma, la razón a ambas partes. No era para menos. A pesar del respeto de la diversidad cultural, si una práctica atenta contra los principios de una sociedad, ésta debe reconfigurarse. Defender cualquier actividad por su remoto origen es sugerir que aquello que siempre ha sido, debería seguir siendo. La revisión de las costumbres —mayoritarias o minoritarias— es un momento obligado de toda sociedad. No obstante —y aquí está el problema— todavía no es evidente que las corridas de toros, el coleo, las corralejas y las peleas de gallos violen los principios que fundamentan la nuestra, pero a la vez, tampoco es claro que no debiéramos tener principios que de hecho se violaran con tales tradiciones.
De ahí la importancia de mantener abierto este debate. Debate que, sin embargo, no puede traducirse en un intercambio de insultos. Es cierto que a veces es difícil y angustiante esperar a que la sociedad vaya cambiando, a paso propio, sus valores, pero —y esto no es nuevo— sólo con el tiempo y con una militancia inteligente y respetuosa se van avanzando, o en su defecto conservando, los propósitos.

Fuente: El Espectador de Colombia: http://www.elespectador.com/opinion/editorial/articulo-244861-el-debate-sobre-fiestas-taurinas

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